Todos los viernes al mediodía llega un camión grande a casa, toca una bocina, seguido del grito de gloria "Ives!!". Mi ritmo cardíaco se acelera abruptamente. LLegó el sodero.
El sodero es morocho, alto, de ojos negros y rasgados. Usa gorrita a veces, zapatillas topper gastadas y hoy le descubrí una rastita en la nuca. Lo miro por la ventana, le digo que "ahi voy!". En el interín me suelto el pelo, me despeino un poco, lo vuelvo a peinar, me saco todo tipo de abrigo y bajo al encuentro.
Me está esperando con el bidón de 13 litros de agua al hombro bajo el sol rajante. Y ahi está él, fuerte, paciente, sonriente y terriblemente sexy. Temblorosamente le abro la reja, lo saludo (hoy casi hay beso de saludo) y lo hago pasar. Ordeno rápido la zona de acción y le digo. "Me lo pondrías vos por favor?" "Sí claro, lo coloco acá?"" Sí, ahi esta bien. Gracias porque es muy pesado y no puedo", "para eso estamos nosotros.."
De repente me convierto en la nenita mas perra y obvia, mi voz parece de 15 y mi estado libidinal es alto y preocupante.
En cierto momento de hoy se me acerca imprudentemente y me pregunta qué estaba estudiando. "co- co corrigiendo estoy, las cosas de mis eeeh.... alumnos" le digo. (miradas miradas guiño guiño) Le pago, no se si le di 100 o 10, ni idea, basta qué me importaaa.
Se va, lo acompaño, le sonrío apoyada en la reja, y se va, me mira, lo miro sonrisas y chau.
Sigue su ruta del agua. A otra casa, con otro bidón con su misma sonrisa y sex appeal!.
Y me pregunto, cuántas más seremos en el barrio esperando ansiosas al viernes al mediodía.